Nada es para siempre

Nada es para siempre

10 de octubre de 2011

Abrí los ojos, y allí estabas tú, con tu maravillosa sonrisa y esos ojos verdes clavados en los míos. Allí estabas, a veinte pulgadas de mi cuerpo, tan cerca que podía sentir como entraba y salía aire de tu boca, nerviosa y ansiosa de mi. Sentí como empezaron a temblarme las piernas, y a acelerarse el corazón al ritmo de un tambor. Y allí seguías tú, tan real, después de tanto tiempo separados, después de un siglo sin estar a tu lado, frente a mi; como si no hubiera pasado apenas un día de tu marcha. Me preguntaba si estaba soñando despierta, pero no reparé en pellizcarme. No dudé ni un segundo, te agarré la mano, te abracé lo más fuerte que pude, y rompí a llorar en tu regazo. Noté como tus dedos se enredaban en mi pelo, sentí tu respiración como nunca antes la había sentido, y te pedí con la mínima voz que mi garganta pudiera exhalar, que nunca te fueras de mi lado... Sonreíste y asentiste sin llegar a pronunciar palabra, y suavemente rozaste mis labios con la misma ternura que aquella primera vez.
Y todo volvió a ser lo que era; me desperté en mi habitación, tumbada en la misma cama de siempre, envuelta en aquellas malditas sábanas que nos arroparon tantas noches, y que aun conservan tu olor, y sollozando de nuevo donde tantos sueños nuestros he soñado; mi almohada. Creo que me estoy volviendo loca; vivo la rutina encerrada en una cárcel mental desde el día que te vi partir, me dejaste ahí, tirada en medio del camino sin saber a dónde ir.
Supongo que a veces solo me queda quedarme ahí sentada esperando a que decidas regresar, esperando a que todo vuelva a ser como antes, a recuperar el tiempo perdido, y a que tus besos me sepan con amor de verdad. Sólo sé, que mientras tú no estés conmigo, siempre me quedará soñar :)

No hay comentarios:

Publicar un comentario